martes, 4 de junio de 2013

La vida , un camino



Mi nombre es María Vicenta Gómez Llorente, en mi casa me dicen Vicenta y mis amigos me llaman Vice, actualmente tengo 20 años. Nací el 8 de marzo de 1993, en Viña del Mar pero puedo decir que me crie en varias regiones de nuestro país, por el trabajo de mi papá.

Mi papá trabajaba en la Armada, es por eso que siempre nos cambiábamos de casa. Y por eso es que  hice muchos amigos en varios lugares.  Mi mamá estudió gastronomía, pero nunca trabajó porque se dedicó a cuidarnos ya que somos cinco hermanos, y yo soy la más grande.  Físicamente somos muy parecidos unos con otros, pero cada uno tiene su propia personalidad y carácter distinto al otro.

Les voy a contar donde he vivido durante mi vida. Los primeros años de mi vida fueron en Viña del Mar, hasta el año 1994. Luego nos transbordaron a Talcahuano, donde nació mi primer hermano, mi madre me contaba que cuidaba y jugaba mucho con él, lo que más le hacía, era cariño. Después de un año y un poquito más, nació mi segunda hermana Cristina, ya éramos tres hermanos.

Nos mudamos nuevamente a Viña del Mar donde vivimos dos años, y desde esos años es donde tengo algunos recuerdos de mi infancia. Donde lo único que hacía era jugar,  pintar, ir a la playa  e ir a ver a mis abuelos. Siendo ese mi lugar favorito, “la casa de los abuelos”, donde me regaloneaban infinitamente ya que era la mayor de todos mis primos. Ahí me sentía como una princesita.

El primer colegio al que fui, fue el colegio “Arturo Pratt Chacón , y en el primer día de clases mis abuelos viajaron para irme a dejar al colegio. Me acuerdo que lo único que hacían era sacarme fotos. Pero solo fue un año que vivimos en este lugar y nos fuimos a otro, que no quedaba tan lejos de ahí. Partimos a la Isla Quiriquina, que quedaba a cuarenta y cinco minutos de Talcahuano, en transbordador. En este lugar vivimos dos años, siendo estos los mejores de toda mi infancia, viví cosas que los niños de hoy en día no hacen, como jugar en un bosque imaginando ser exploradores, descubrir cosas o hacer casitas clubs donde solo podían entrar mi grupo de amigos, andar todo el día en bicicleta, entre otras muchas cosas que hoy, son reemplazadas por un computador. Ya más grande volví a Talcahuano y me reencontré con mis antiguas compañeros de curso, y al igual que muchos niños más, era la nueva del curso, pero yo tenía una ventaja, mis amigas de primero básico volvieron a ser nuevamente mis amigas hasta quinto básico, en estos años lo único que hacía era bailar y jugar con mis amigas, y también jugábamos en el “bosque” del colegio donde nos escondíamos y era lo más entretenido.  Luego de un tiempo, que fueron dos años, a mi papá nuevamente lo mandaron a otro lugar. A la Capital, yo me quería morir, mis amigas me hicieron despedidas y juramos que siempre íbamos a ser amigas.

Cuando llegue a Santiago era todo muy diferente,  mis nuevas compañeras las encontraban agrandadas y desagradables, y yo que llegue como una niña en comparación  a todas ellas que eran casi mujeres en cuerpos de niñas chicas de sexto básico. Al principio me costó acostumbrarme a esta nueva vida, pero poco a poco me fui adaptando al ritmo de la capital. Me fui haciendo amiga de mis compañeras de curso, hasta que las conocí bien y llegamos a hacer muy amigas, y además lo pasábamos muy bien juntas. Pero el tiempo en este lugar fue extremadamente corto, ese mismo año nos fuimos al norte, a la ciudad de Iquique.

Cada vez me iba costando más separarme de mis amigas, porque pensaba que si seguía cambiándome de lugar, al final no me iba a quedar con amigas. A pesar de la distancia, seguíamos hablando,  y para hablar más seguido me tuve que hacer un correo electrónico, para poder comunicarme con ellas. La vida en Iquique fue muy relajada, íbamos casi todos los días a la playa y jugaba con los otros niños que vivían en la población naval y que también iban en mí mismo colegio. Un día común y corriente, yo estaba en reposo por un gran golpe que tuve en mi cabeza por causa de una caída en bicicleta, quedando con un tec cerrado, por lo cual estuve un día hospitalizada en la clínica de la ciudad, justo unas horas después de que me hayan dado de alta, me fui a mi casa a hacer “reposo” pero viví la experiencia más traumática de mi vida,  mi primer terremoto. Yo sentía que iba a morir aplastada por mi casa y lo único que hacía era abrazar a mi mamá, cuando salimos de la casa, estaba todo lleno de polvo no se podía ver nada, y como fue tan fuerte fuimos al cerro más cercano en auto, esperamos un rato y luego bajamos a la casa. Estaba todo desordenado, tirado en el piso, todo roto. Mis familiares de otros lugares nos llamaban a los celulares pero las líneas estaban colapsadas. Estuvimos si agua y electricidad unos días, hasta que poco a poco empezamos a vivir como si no hubiera pasado nada. Después de un tiempo, mi papá dejo de trabajar ese año. Y llegamos nuevamente a Santiago en el año 2006, y yo era la más feliz porque iba a volver con mis amigas. Llegue y era todo perfecto, volvía a la vida que había dejado en sexto básico, pero ya no era una niña, sino que ya estaba en octavo básico. Al año siguiente nació Fernanda, mi hermana más chica, su llegada fue extraña ya que la diferencia de edad era de catorce años, nadie quería compartir pieza con ella y odiábamos que llorara tanto, pero fue pasando el tiempo y empezó a hacer la favorita de todos, hasta el día de hoy.

Aunque era nuestro tercer año en Santiago mis papás no se acostumbraban a la vida en la capital, entonces decidieron ir a vivir definitivamente a Viña del Mar. Para mí, fue la peor decisión que hayan tomado, los lazos con mis amigas eran ya muy grandes y no las quería dejar por nada. Cuando les conté a mis amigas fue terrible, pero me consolaban diciendo que eran solo dos horas de viaje y que iba a vivir cerca de la playa.

Ya era el año 2008, primer día de clases, nuevamente era la niña nueva del curso. Pero tuve suerte, un ex compañero también se cambiaba a mí mismo colegio y curso; por primera vez no llagaba sola. Aunque al principio no estaba muy contenta con el nuevo cambio, poco a poco me fui acostumbrando a esta vida que cada día me gustaba más. Me encantaba Viña del Mar, después de vivir en diferentes ciudades me di cuenta que esta era la que más me gustaba en todos los aspectos.

En el año 2010, era mi último año del colegio, por fin éramos “cuartinos”, ese año también paso un acontecimiento que marcó mucho a nuestro país, el segundo terremoto de mi vida, aunque a mi familia no nos afectó tanto, habían cientos de familias que fueron afectadas por este sismo, pero después de un tiempo el país se fue levantando poco a poco. Pero fue igual de traumático que el primero.

Hasta ahora llevo seis años en la misma ciudad, y ya estoy estudiando una carrera, que me gusta mucho y es en lo que me veo el resto de mi vida.

Estudio Educación General Básica, es una carrera perfecta para mí porque acá hago lo que realmente me gusta y puedo sacar lo mejor de mí. Creo que es una gran responsabilidad lo que está en mis manos, y cuando pensaba en qué estudiar al salir del colegio, pensaba y decía que tenía que ser algo que fuera una gran entrega, algo que me llenara de alegría. Algo en el que los resultados se pudieran ver reflejados en otra persona, en este caso reflejado en los niños. Y es así como ya estoy en tercer año, quedándome el término de este y el próximo que sería el cuarto año. Estoy ansiosa por salir y hacer lo que realmente me gusta, educar.